El proyecto de la propia casa es el más complicado para un arquitecto. Un mismo problema en arquitectura tiene diferentes solucionas, pero en este caso se trata de un ejercicio harto complicado por el nivel de autocrítica que supone y lo que significa como reflejo de su propia identidad profesional.

Como siempre, hemos tratado de construir la casa más bella del mundo.

La parcela se encuentra en una urbanización en el entorno próximo al Casco Histórico de Toledo. De planta rectangular, está orientada norte-sur y este-oeste. La calle está en la cara oeste del solar.

El entorno es tranquilo y agradable. Una urbanización de viviendas unifamiliares de reciente construcción en los llanos de la vega del río Tajo. Se trata de una ubicación carente de concionantes formales. No obstante, en la parcela contigua habíamos construido pocos años antes una casa. No hay vistas lejanas desde aquí.

El proyecto busca la integración con esta casa contigua amén de la optimización del soleamiento priorizando el carácter bioclimático de la arquitectura sostenible.

Las dos casas, una vez construidas se entienden como un conjunto unitario formal y cromáticamente.

La vivienda se orienta al sur captando el sol de invierno, protegida por parasoles y lamas del tórrido sol del estío castellano. La fachada oeste a la calle se cierra con un potente muro blanco. De carácter introvertido, se abre sólo al patio como extensión exterior del interior estancial en una solución de continuidad. Un jardín con palmeras y naranjos refrescan y aromatizan el ambiente enmarcando la vista hacia el cielo.

El Minimalismo Barroco vuelve a estar presente en este proyecto. A partir de unos elementos formales sencillos, mínimos y nítidamente definidos se busca el espacio arquitectónico, sorprendiendo a cada paso que se da en su recorrido, con la mayor riqueza en puntos de vista, encuadres, ejes de visión y tratamiento de la luz.

Tras unos años habitando la casa, la desazón inicial del proyecto, se ha tornado en satisfacción y felicidad de toda la familia.